Hacía un día precioso. Estábamos en primavera y los pájaros cantaban, el cielo brillaba con su color más azul y los jardines de los parques, lucían sus más hermosos colores en todas las flores que los habitan.
Me sentía muy bien. Ese día tenía que asistir a un recital de poesía que me hacía mucha ilusión. Salí a la calle contenta, pero poco a poco me fui sintiendo mal y no sabía el porqué. Cuando quedaban solo unos metros para llegar al auditorio, el aire se puso muy denso y casi no podía respirar. Pensé que estaba pasando algo, pero ¿qué? No sabía lo que era. Me senté a descansar en un banco del parque donde estaba el auditorio observando la puerta de entrada. Comenzaron a salir por ella personas un poco raras. Tenían las caras demacradas y por su boca salían palabras formando versos. Uno decía, luna lunera, cascabelera. Otro decía, mi corazón palpita, como una patata frita…
¡Qué estaba pasando allí! Algo raro desde luego que sí, pero no me atrevía a escucharlos más de cerca, porque mi malestar se acrecentaba. Una chica salió corriendo del lugar perseguida por un hombre, que le iba recitando este poema.
Una rosa es una flor
Un tesoro una fortuna
Y alguien como tú
No la cambio por ninguna.
La chica gritaba y decía. ¡Ya ha llegado! ¡Ya ha llegado! La curiosidad se apoderó de mí y pese al malestar que sentía, me armé de valor y me acerqué a ella. ¿Qué es lo que ha llegado? ¿Le pregunté? Y me dijo muy asustada. ¡Huye! huye, antes de que sea tarde! No pases ahí, que flota en el aire el síndrome de las poesías tóxicas y te puedes contagiar, está todo el aire contaminado y nadie se escapa al escuchar el lenguaje florido de este poeta tan malo.
Me armé de valor y recordé que en mi bolso tenía unos tapones auditivos que compre en la farmacia, para no escuchar los ronquidos de mi marido y me los coloqué. No escuchaba nada, pero si veía las caras de todos los presentes en el auditorio. Estaban tan contaminados, que no se podían ni levantar de sus asientos y no paraban de recitar poemas floridos.
Uno, tumbado en el asiento y con los ojos vueltos, decía.
Hierbecita temblorosa
asombrada de vivir
no te sueltes de mi pecho
duérmete pegada a mí.
Recorrí todo el recinto y comprobé que era más grave de lo que parecía. Las personas estaban intoxicadas y tenía que hacer algo. Llamé al S.A.M.U-R , y fue una tarea bastante complicada, porque no creían nada de lo que contaba, pero mi insistencia los pudo convencer y al final accedieron, no sin pensar, que podía ser yo una loca peligrosa.
Cuando llegaron al lugar se quedaron anonadados de lo que vieron. Yo estaba protegida con mis tapones, pero la enfermera que pasó primero se contagió rápido y comenzó a recitar poemas floridos. Mirando a los ojos del doctor le decía…
Llenas de color mi vida
alumbras mi despertar
te quiero más cada día
Y no te puedo olvidar.
El doctor que ya estaba curtido en esos menesteres, comprendió enseguida lo que pasaba y protegiéndose los oídos, preparó a todos los pacientes para llevarlos al hospital en cuarentena, hasta que llegara el antídoto adecuado para el síndrome tóxico. Se dio la voz de alarma, para que todos los sanitarios tomaran las medidas pertinentes y dejaron una planta enterar para ellos y todos los sanitarios trabajaban con escafandras para no escuchar nada de lo que recitaban sin parar.
Poco a poco se fueron curando cuando llevaron a un poeta que no era tóxico y sus poemas no estaban floridos. Algunos se quedaron crónicos de por vida y no paraban de repetir sus poemas, pero como fueron poquitos se podía soportar, porque estaban aislados. Algunas veces en las noches de primavera se oían voces floridas a lo lejos. Algunos versos como…
Dulce y bella flor
princesa de mi corazón
reina de mi amor
dueña de mi ilusión
llenas de vida de color
me haces vivir con emoción
porque tú eres la razón
de que sonría en cada rincón.
Pero con el tratamiento adecuado se podía controlar sin ningún peligro para la humanidad…
María López Moreno.
Muy gracioso Mari, tienes mucha imaginación, muy bueno.
¡Qué bueno María!
Nunca se han publicado textos tan peligrosos como para morir de risa. Jajaja.
¡Enhorabuena querida TROYANAS.