Sinfonía de otoño…

 Amanece hoy, con el resplandor de una estrella; su luz es ambarina y melosa, y siento sobre la piel de mi corteza…que ha llegado el otoño.

Un viento suave, a veces racheado agita mis ramas, y me avisa que tengo que reunir todas mis fuerzas para desprenderme de mis hojas. ¡Mis dulces y hermosas hojas!

Desde que nacisteis en primavera habéis sido mi primer vestido de juventud; ¡que hermoso me veía en los espejos que formaba la lluvia a mis pies!; aprendí a amaros como a un primer amor, la vida corría por vuestras venas y llegaba hasta mis raíces, a veces haciéndome temblar de emoción y sensualidad.

Al llegar el verano, guardabais la vida de las aves brindándoles cobijo, frescura y amor. Yo me sentía como una sola hoja que el viento elevaba, cimbreando mi tronco desde las profundidades de la tierra. Mis queridas hojas, hemos viajado de una estación a otra adquiriendo no solo juventud y belleza; también sabiduría y amor fraternal con todos mis compañeros de este bosque.

Ahora mi copa amarillea, lentamente caéis de mis ramas que van quedando desnudas y grises…y a mis pies va cayendo un manto dorado que abrigara mis raíces, y en primavera hará nacer la vida por doquier.

Esta noche pasada, un viento severo se ha llevado mis hojas (¡mis hermosas hojas!). Solo queda una en lo más alto de mi copa. Una sola hoja como ejemplo de fortaleza y coraje.

María Luisa Heredia Castillejo

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