Una tarde paseando por mi ciudad, decidí descansar en un parque y me embelesé viendo a los niños jugar. Recordé las tardes que iba allí, cuando mis hijos eran pequeños y yo descansaba en ese mismo lugar, mientras ellos jugaban. El parque estaba ubicado en una plaza emblemática de mi ciudad y ya no era el mismo de años atrás. Ahora estaba remodelado y tenía muchas cosas, para que los niños jugaran. Pero el nombre era el mismo de siempre, “Plaza de Colón”
El cielo estaba azul brillante y yo miraba al frente, cuando de pronto noté un pequeño movimiento detrás de un arbusto.
Me acerqué con curiosidad y cuál fue mi sorpresa, al ver una tortuga que me miraba con unos ojos tristes, como suplicando que la sacara de ese agujero, donde estaba atrapada. No podía salir de él…La agarré con un poco de temor, puesto que era un poco grande y yo nunca había tenido una tortuga tan cerca de mí.
Gracias por ayudarme-me dijo- yo no sabía quién hablaba y miré por todos lados, pero no había nadie, solo la tortuga y yo.
¿Me estaré volviendo loca? Pensé, pero la tortuga siguió hablando y entonces sí que creí que estaba loca de verdad. ¿Pero cómo puedes hablar? Le dije. ¡Las tortugas no hablan! Pero ella siguió mirándome con sus ojos tristes y me dijo, que ella no hablaba con cualquiera, pero que yo le inspiraba confianza.
Me senté en un banco cercano y ella me siguió lentamente y se puso delante de mí, junto a mis pies. Me dijo que era muy mayor y que se llamaba Harriet y tenía 175 años.
Yo estaba muy asombrada con todo eso y no sabía que pasaba. Entonces comenzó a contarme una historia fantástica.
LA HISTORIA
Había viajado con su dueño durante mucho tiempo. Había estado en muchas partes de Europa, hasta que un día llegó a nuestro país. Le gustó mucho su luz y el carácter de sus habitantes y decidió quedarse en él. Pero en el año 1936 las cosas cambiaron, con el comienzo de la Guerra Civil y cuando hubo un bombardeo muy grande, se asustó tanto, que decidió marcharse a otro lugar de Europa. Tardó mucho en llegar a él, por su lentitud al andar y cuando creyó que ya estaba en un lugar seguro, se encontró con otra guerra. ¡Qué mala suerte tengo! No me libro de las guerras. Entonces decidió regresar por el mismo camino, pero al llegar otra vez aquí, ya no era el mismo país, estaba devastado y triste. Solo quedaban viejos y niños hambrientos y se tuvo que esconder para que no la descubrieran, por si acaso la mataban.
He estado escondida-me dijo- pero vigilante y a fuerza de escuchar a los humanos, he aprendido a hablar y a camuflarme para poder sobrevivir.
Yo, cada vez estaba más sorprendida, pero ella seguía hablando. Había tenido que escapar de varios dueños, porque solo querían maltratarla y no sabían valorar su sabiduría. Llevaba mucho tiempo sin hablar con nadie, solo lo hacía a solas y de noche, para que nadie la escuchara. Me contó, que cuando lo hizo por primera vez, fue delante de unos hombres y quisieron quitarle el caparazón para abrir su cuerpo, decían que eran científicos y querían descubrir el misterio, de que una tortuga hablase.
Pero no había ningún misterio, solo era evolución. Esas personas no sabían lo que ella había visto y oído. Lo que había vivido y sufrido y por ese motivo, su cuerpo se había adaptado para poder sobrevivir. Pero algunas personas no creen en la evolución, aunque ella era el ejemplo de todo eso.
Me dijo también, que hubo un tiempo en que su cuerpo se convertía en humano, podía ser una mujer, pero ahora llevaba ya algunos años que no podía cambiar, sería por la edad-me dijo- porque 175 años pesan mucho y estoy muy cansada.
Me conmovió tanto su historia, que la acaricié en la cabeza y entonces ella me miró con su mirada triste y sabia. En ese momento comprendí lo sola que estaba y que me había escogido a mí, para que sus últimos años no fueran de tanta soledad. También comprobé una cosa que me extrañó mucho. Era invisible para los demás, solo ya podía verla y escucharla.
Seguía acariciándola y ella lloraba. Se hizo tarde y me tuve que despedir y con sus ojos llorosos me pidió que volviera a visitarla que siempre estaría allí para mí.
Y así lo hice. Cada vez que tenía un ratito iba a verla y ella me seguía contando historias sorprendentes de España, cosas que ella vivió y yo no sabía nada de ellas. Siempre me recibía con gran alegría, me esperaba detrás de nuestro arbusto y hablábamos de nuestras cosas. Era mi mejor amiga.
Una tarde cuando llegué al sitio, no me estaba esperando. Me extrañó mucho y corrí a mirar detrás de nuestro pequeño árbol. No estaba mi tortuga Harriet… Pero al mirar por detrás, en un sitio cubierto de flores, había una mujer muy vieja y llena de arrugas. Estaba muerta y sin ropa. Tenía la piel rugosa al tacto y entonces comprendí, que era ella. Se convirtió en humana, para que yo la creyera. Me quité la chaqueta para cubrirla, pero las personas que pasaban por el lugar, se extrañaban, porque yo estaba cubriendo unas flores autóctonas de ese lugar y de esa plaza centenaria.
María López Moreno
Como siempre ¡Genial!
Gracias por esta historia conmovedora y amena, de la que hay mucho que aprender.
Maravillosamente descrita tu encuentro con la tortuga
Muy bonito Mari.