Hacía mucho frío. Las calles estaban solitarias y él caminaba sin rumbo como todos los días. Cargaba con un saco de dormir y una pequeña bolsa con sus míseras pertenencias. No tenía hogar, ni amigos, había llegado ese mismo día a esa ciudad caminando, buscando algo de trabajo para poder sobrevivir. Estaba cansado y hambriento y se sentó para resguardarse un poco del frío y a la vez descansar en un portal.
Entonces lo vio. Tenía unos ojos tristes y suplicantes. Él también tenía frío y hambre y al principio se sintió cohibido, pero se fue acercando poco a poco y al comprobar que lo acariciaba se arrebujó junto a él. ¡Cuánto puede decir una mirada¡ Sus ojos suplicaban y el hombre comprendió la súplica. Se incorporó para seguir adelante y el perro se quedó quieto. Un pequeño gesto con la mano, fue suficiente para que lo siguiera…
En ese momento los dos supieron que nunca más volverían a estar solos. Los amigos se encuentran con la mirada…
María López Moreno
María que emotivo.Me has hecho acrdarme e mi perrita Luna.Cuánta compañía pueden llegar a darnos y cuánto cariño recibimos.
Felicidades Mari
Te felicito María, una buena descripción de la amistad… De la auténtica.
Que tierno! María eres única. Que bien escribes los relatos. En tan pocas palabras dices mucho, tenemos que aprender de ti.
Muy bonito y tierno.
Cuanta ternura tiene el relato, es precioso!!!