La lluvia caía tras los cristales. Brillaba el asfalto en esa tranquila noche de Otoño y le traía a la memoria, aquella otra noche semejante a ésta por la lluvia pero no por lo demás. La vida había cambiado mucho. Recordaba a aquella niña de entonces, era tan pobre que solo tenía sueños, esos nunca le faltaron, quizás por eso fue capaz de sobrevivir.
Violeta, que así se llamaba, era muy pequeña, apenas tenía ocho años, se sintió sola y desamparada por primera vez, su madre se fue para siempre, pero su corta edad le impidió darse cuenta de la realidad, solo que al día siguiente cuando despertó, ya no estaba , y ya no estuvo nunca más.
Su tía, hermana de su padre, que ya tenía dos hijas, se la llevó.
– Vamos niña, tú te vienes conmigo, desde ahora vivirás en mi casa.
Sus primas, poco agraciadas por la naturaleza, eran algo mayores que ella, una tenía diez años y la otra, trece. La vieron llegar como una intrusa que venía a quitarle lo que era suyo. Solamente llevaba lo puesto y un muñeco de trapo que le había hecho su madre, del cual no se separaba nunca. Como no había cama para ella, le pusieron un colchón en el suelo, si es que se le puede llamar así a un saco lleno de hojas secas, al lado de la cama de sus primas que dormían las dos juntas. Aquella noche, fue echarse al colchón y , como estaba tan cansada del largo viaje, cayó en un profundo sueño. Fue la primera noche de muchas que le siguieron.
Al despertar se encontró de pronto con la dura realidad:
-Vamos niña, despierta! Prepara el desayuno, le dijo su tía como un sargento, que las primas se tienen que ir al cole.
-Venga niña, date prisa que tienes que limpiar, fregar, ,lavar, hacer la comida .
Al final del día caía rendida. Cuando despertaba, pensaba que le gustaría ir al cole con sus primas pero no se lo permitían. Cada día lloraba amargamente por su triste destino. Más un día todo cambió. Cuando fue a la compra, se cruzó con un señor bien parecido que al sacarse el pañuelo del bolsillo, se le cayó la cartera, y ella, que se dio cuenta, lo llamó:
-Oiga señor! Se le ha caído la cartera, tenga.
El caballero se dio la vuelta y se lo agradeció pero quedó sorprendido al ver su corta edad. Le preguntó : ¿Qué haces que no estás en la escuela?
Ella le contó su triste historia. Él le prometió que lo iba a solucionar y le pidió su dirección.
Al día siguiente él fue a hablar con su tía. Resulta que era el maestro, le dijo que si no la mandaba a la escuela la iba a denunciar y tendría que pagar una multa. A su tía no le hizo ninguna gracia pero no le quedó más remedio que mandarla, muy a su pesar. Eso sí, con una condición que cuando volviera de la escuela, tendría que hacer las tareas de la casa. Así que eso hacía. Sin embargo estaba contenta porque iba a aprender. Como no le daba tiempo de hacer los deberes, le ayudaba su prima pequeña que, al contrario que su tía, tenía gran corazón. Así consiguió sacar el curso con mucho esfuerzo.
Fue creciendo y sacó sus cursos con muy buenas notas para envidia de sus primas y coraje de su tía.
El profesor, persona responsable, siempre estuvo ahí para defenderla y ayudarla en todo cuanto necesitó. Gracias a él consiguió una beca para estudiar Magisterio que era su vocación, para poder enseñar a los niños.
Por fin terminó la carrera, sacó sus oposiciones y pudo liberarse de una vez de su esclavitud. Cuando su tía se enteró, le dio tanta rabia que le tiró la ropa por el balcón y la echó a la calle, en una lluviosa y gélida noche de Otoño. La lluvia la estaba empapando, alzó sus brazos al cielo, respiró hondo y gritó con todas sus fuerzas: ¡¡Bendita lluvia, BENDITA LIBERTAD !!
Rosa
Que relato más bonito y sobre todo que gran final
Muy bonito tu relato, sigue así y enhorabuena!!
Que bella historia llena de fuerza y amor.
Tu historia roza el realismo, y junto a la injusticia y el desamor, esta la esperanza y la perspectiva de un mundo mejor.
Hermoso relato Antonia.