La cinta roja

En un pequeño huerto de una humilde casa al sur de Andalucía, ocurrió hace muchísimos una fantástica historia que puede parecer sacada de un cuento, pero las cosas son como son y lo que os voy a contar ocurrió de esta manera:

En el huerto había un precioso granado, y al pie de este árbol, un rosal en el que siempre nacía una sola rosa: blanca de pétalos rizados como la cresta de una ola.

En esa parte del huerto, y debajo del granado, se reunía una exótica familia de amigos:

El topo Gruñón, la mariquita Sofía, un zapato inglés muy presumido, llamado Walker y la reina del lugar… Rosa, la rosa. ¡No! no penséis que he repetido la palabra, es que la rosa…. se llama Rosa!

Una mañana cualquiera el viento se levantó juguetón y empezó a molestar a todos los allí reunidos.

Déjate de tonterías y no nos des más la lata con tus juegos, dijo el topo gruñón.

En ese momento el viento juguetón entro en la escena, dio un soplido, y de entre las hojitas verdes del tallo de la rosa…salió volando una preciosa cinta roja, que fue a caer sobre una rama del granado.

¡¡Oh, que cinta tan bonita! ¡Yo la quiero! Dijo el topo gruñón. No, será para mí, (dijo la mariquita Sofía) toda la noche he dormido debajo de ella, por lo tanto me pertenece más que a ninguno. ¿Qué harás tú con una cinta tan grande si eres muy pequeña? dijo el zapato Walker. Quien tiene más derecho y presencia soy yo: soy un zapato de piel auténtica y además…soy inglés. Os imagináis a esta preciosa cinta roja, anudada sobre mí? Nadie será más elegante y guapo que yo!!

¡Ja, ja, ja rio la rosa! ¡Tú estás tururú! Si alguien tiene belleza y tipo para llevar esa cinta soy yo. ¿Os imagináis esta preciosa cinta anudada en mi talle, entre mis verdes hojas? Seré la reina del huerto.

El viento sopló de nuevo y lo hizo tan fuerte, que un puñado de tierra salió volando y fue a meterse en los ojos de todos y cada uno de los allí presentes: y acto seguido les pidió silencio. Y una voz en forma de suave brisa salió de una burbuja de viento.

Querida cinta roja te pido perdón por haberte subido al árbol, no era mi intención molestarte. ¡¡Lo siento!! Y muy enojado siguió hablando.

La cinta roja no es de nadie y ella se irá con quien quiera. Vosotros siempre estáis aquí en el mismo sitio, pero yo he recorrido muchas partes de este mundo y sé muchas cosas. Sé que nadie es de nadie porque todos nosotros somos libres. En la Tierra las personas han hecho unas leyes que se llaman Derechos Humanos.

El aire sin querer sopló de nuevo y la cinta cayó encima de la rosa. ¡¡Qué haces, osada!! Dijo Rosa muy enfadada ¡¡Baja ahora mismo de encima de mí, vas a estropear mis preciosos pétalos!!

La cinta roja un poco llorosa y asustada contestó: Perdona, pero yo no he sido. Ha sido el viento, y además yo no me quiero quedar con vosotros quiero irme con mami Marta, Seguro que ella está buscándome ahora mismo, y estará llorando. Soy la cinta del pelo de su muñeca Lola. Ayer, Juanito el chihuahua de Marta, que es muy envidioso, salió corriendo conmigo en la boca, y me escondió aquí entre la arena.

En ese preciso momento  una niña venia corriendo por el camino hacia el huerto, Juanito el chihuahua la seguía ladrando.

Marta una niña pelirroja pecosa y simpática se dirigió a todos los presentes. Sé que la cinta del pelo de mi muñeca Lola la tenéis vosotros, me lo ha dicho Juanito, mi perro.

El viento se dirigió a la niña con su silbido musical.

Perdona Marta toda la culpa es mía, quise gastar una broma a mis amigos del huerto, sin darme cuenta que algunas bromas pueden herir a los demás.

Todos se sintieron avergonzados. Habían jugado con los sentimientos de la cinta roja y de la pequeña Marta.

La rosa se inclinó y Marta recogió la cinta de Lola.

En ese momento el topo gruñón, que había estado muy callado habló. Yo también me enamoré de la cinta roja y la hubiera pedido para atármela en el cuello y llevarla junto a mí. Ahora me siento avergonzado y pido perdón en nombre de todos.

Marta se sentó en el suelo, se puso sobre las rodillas a su muñeca, la peinó con sus manos, recogió su bonito pelo negro de lana en una coleta y le ato la cinta roja, haciéndole un precioso lazo. ¡Oh, qué bonita estaba Lola! En sus ojitos negros como diamantes brillaban unas lágrimas que nunca llegaron a caer, ¡Estaba feliz!

El viento hizo una pirueta y cuando se alejaba dijo; volveré y os traeré noticias de esas nuevas leyes que hacen iguales a todos los seres humanos del mundo.

Marta se dirigió a todos sus nuevos amigos. Creo que hoy todos hemos recibido una lección, “tú también Juanito” y en agradecimiento a vuestra amistad, os voy a regalar a todos cintas de colores, para celebrar nuestro encuentro.

Todos asintieron con aplausos y sonrisas ante las palabras de Marta.

El viento era tan leve que se había convertido en brisa, sonreía y silbaba de felicidad, Había conseguido dejar algo muy hermoso en  aquel huerto: LA AMISTAD.

 

María Luisa Heredia Castillejo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mª Luisa Heredia

 

 

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