Ahora que me veo sentado a la puerta de esta humilde casa, mi pasado se me presenta nítido. Recuerdo a mi segunda madre, (la única que he conocido) llevándome a cuestas durante mucho tiempo…porque no tenía calzado. Recuerdo sus cánticos y nanas, su cuerpo enjuto, sus manos encallecidas pero tiernas y llenas de amor, que lentamente iban forjando mis recuerdos y mi camino. Durante diez años atravesamos poblados y campos muy peligrosos, trabajando donde podíamos y rebañando frutos a la tierra para no morir de hambre y reunir dinero para el gran viaje. Con muchas vicisitudes llegamos a un lugar donde el mundo era menos cruel, pero los seres humanos…seguían siendo explotados. Aprendí a leer y escribir, y con nuestras manos construimos una humilde cabaña. Ahora mi pelo es casi blanco, pero mi cuerpo y mi mente aún son fuertes. Con mano firme y trazo riguroso escribo mi historia, y todas las que he conocido a través de nuestro largo camino.
Mi corazón mira con ternura y agradecimiento a mi anciana madre; pero también mira al horizonte esperando ver regresar a la madre ausente. Siempre supe que tenía dos madres… y siempre he amado a las dos.
La arena no apaga su sed…
Es un náufrago en tierra.
María Luisa Heredia Castillejo
Es un relato precioso y conmovedor. Enhorabuena María Luisa!!
Un bonita descripción y un relato muy emotivo. Felicidades María Luisa!!
Una historia con mucho sentimiento