CAPÍTULO I
ELLA
Me he levantado esta mañana temprano y tras una ducha reconfortante me pongo mi mejor vestido y un perfume de aroma muy agradable que me regaló mi tía Elvirita. En mi bolso llevo una pequeña edición de bolsillo del romancero gitano de Federico García Lorca, que quiero ojear mientras desayuno en la cafetería. Salgo de casa y me dirijo hacía La Colombiana, un pequeño café de ambiente un tanto retro donde nada más entrar su aroma te envuelve los sentidos.
Miro hacía el rinconcito de la estancia donde se encuentra una ventana cubierta con una cortitinita que deja pasar una tenue luz . Allí se halla una mesita y unos silloncitos de color verde agua que me esperan como cada mañana para mi desayuno matinal. El camarero se dirige hacia mi solícito y me pregunta en tono amable “lo de siempre” a lo que yo asiento con la cabeza. Cerca de mí se encuentra un señor al que me vengo observando ya hace tiempo que con elegancia extrae de su bolsillo unas gafas de montura tipo “Quevedo” y con ensimismamiento se pone a leer el periódico. Es un señor no diría que muy joven estaría en la treintena de años pero con un cierto aire misterioso. Su porte me tenía admirada, soñaba como sería su día a día y de qué manera me podría dirigir a él para entablar un saludo o una pequeña conversación. El camarero me trae el desayuno y yo ensimismada en mis pensamientos extraigo del bolso el libro para leer algún poema. El señor levantó la mirada observando la algarabía formada por unos adolescentes que acababan de entrar en el establecimiento. Yo intenté dirigirme a él con el fin de comentar sobre lo sucedido y él bajó la mirada para continuar con la lectura.
¿Dónde trabajaría? ¿Qué hobby tendría?. Lo cierto es que mi pensamiento estaba puesto en su figura. No sé lo que me sucede, ¿me estaré enamorando de un desconocido? la verdad es que ante su presencia quedo ensimismada. A veces, pienso que debería seguirlo y averiguar su domicilio y dónde trabaja. Pero al final desisto; es muy arriesgado y yo también he de irme a la Universidad porque tengo clase. Me conformaré con su presencia cada mañana en la cafetería. Esa presencia que dispara mi imaginación y me alegra el día.
CAPÍTULO II
ÉL
Como cada mañana me encuentro en la cafetería La colombiana. Es un lugar acogedor y donde mi afición a la lectura queda satisfecha con la lectura de un libro, ya se trate de novela o poesía.
Me inclino por la novela histórica. Sus estanterías se hayan cubiertas por un determinado número de libros que amenizan la estancia en la misma y que el cliente busca con avidez.
A mi lado y en la mesa contigua, una chica de grandes ojos y de mirada penetrante me tiene abstraído de mi novela. Es de una belleza natural y su sola presencia me alegra la mañana. Observo con detenimiento y con cierto sigilo como cada día coge un libro de poemas del sevillano Antonio machado. En un ambiente distendido trascurre la mañana, los clientes entran y salen con ese recogimiento que da la lectura y un buen café.
Cada vez que la chica se levanta para intercambiar un libro, al pasar junto a mí, veo con inquietud como se me alteran las palpitaciones. E s absurdo puesto que no la conozco y jamás he establecido conversación alguna con ella.
Espero con inquietud cada mañana su llegada a la cafetería. Su indumentaria juvenil le da un toque especial. Es bella y veo con complacencia como tenemos algo en común. El amor a los libros….
CAPITULO III
AUSENCIA
Clara ha tenido que ausentarse durante unos días de la cafetería. Tenía los exámenes finales y había que dedicarle el mayor tiempo posible.
Una vez terminados los mismos se dirige de nuevo hacia la cafetería. Añora aquellas mañanas donde la lectura de un buen libro y el sabor de un rico café la reconfortaban. Estaba ilusionada por volver a ver al chico de la mesa contigua. Aquel que la hacía sentir emociones desconocidas.
Llega a la cafetería y se sienta en su mesa habitual. La camarera se dirige hacia ella haciéndole la ya consabida pregunta pero en esta ocasión traía entre sus manos un paquete.
Clara perpleja escucha como la camarera le dice que ese paquete es un obsequio del chico de la mesa de al lado. Dio las gracias y con asombro y emoción, se dispuso a abrir el mismo.
¿Qué tendría aquel paquete?, Clara queda sorprendida al ver un sobre y un manuscrito de poemas de un tal Neftalí Ricardo Reyes Basoalto. Se titulaba “VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA”. Clara está confundida, impresionada. ¿Qué diría aquel sobre?
¿Qué poemas serían aquellos? Abre la carta con cierto nerviosismo y se dispone a leerla.
Mi querida amiga y compañera de largos silencios de lectura.Te he contemplado cada mañana con admiración. Tu mirada tu sonrisa han invadido de luz mi alma.He observado entusiasmado ese Amor que tienes hacia los libros . Es algo que tenemos en común.
Querida compañera de lectura, has inspirado en mí hermosos poemas. Aquí te los dejo. Es el legado de mi Amor. Espero que me recuerdes a través de ellos. Cada verso , cada poema, son el reflejo de mis sentimientos hacía ti.
Querida amiga, ahora he de irme con urgencia, la situación política en la que se encuentra nuestro país, es muy delicada. El golpe de Estado ha avanzado y muchos compañeros míos, han sido encarcelados o han tenido que dejar su hogar para refugiarse en otra nación, los menos afortunados han sido asesinados.
He de marchar con todo el dolor de mi corazón. Te llevaré siempre en mi recuerdo. Han sido estas mañanas en el café motivo de alegría con tu sola presencia.
Tu más ferviente admirador. Siempre tuyo
Neftalí Ricardo Reyes Basoalto.
Tras la lectura de la carta marcha a su casa apesadumbrada y triste.
Es una situación complicada la que se está viviendo. Su chico ha tenido que marchar y ya no lo volverá a ver.
Pero también ha podido comprobar que el Amor que tiene hacia Él es correspondido.
Ella ahora ha de viajar por asuntos familiares urgentes que le tendrán ausente durante cinco largos años.
Pasado este tiempo, Clara regresa a su cuidad para continuar los estudios.
Con añoranza llega a la cafetería. Está esperanzada en volver a ver a ese chico que tan dentro de su alma llevaba. Desearía decirle que su Amor es correspondido .Pero comprueba con desilusión que él no se encontraba allí.
Se dirige hacia la estantería para coger un libro , y cuál es su sorpresa al comprobar que había un libro manuscrito de poemas titulado “VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA”. Pero el autor no es Neftalí Ricardo Reyes Basoalto , sino otro autor desconocido para ella.
CAPITULO IV
VEINTE POEMAS DE AMOR
Clara estaba decepcionada. El chico del que estaba enamorada no se hallaba en la cafetería. A ella le hubiera gustado decirle que los sentimientos que él tenía hacia ella eran correspondidos.
Había encontrado en la estantería de la cafetería el manuscrito de poemas que él le había dejado, pero el autor era desconocido para ella. Los poemas los firmaba un tal Pablo Neruda,
Estaba intrigada y ansiosa por saber quién era ese tal “Neruda”. Miró la editorial que había publicado el manuscrito de poemas y comprobó que la editorial era conocida para ella. Editorial “Sigüenza”. Allí tenía Clara un amigo que le podría dar referencia de este tal Pablo Neruda.
Encontró a su amigo con el que mantuvo una breve conversación. Fue informada de que el tal Pablo Neruda era el seudónimo de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, y que debido a problemas de índole político, se vio obligado a pedir auxilio gubernamental en otro país. Obtuvo la dirección de su chico y se dispuso a escribirle una carta.
“Mi querido compañero de esas mañanas tan dulces para mí. He de decirte que con sorpresa a la vez que alegría he sabido donde te hallabas. Estoy feliz de poder dirigirme a ti y acerté saber que tu amor es correspondido. La ternura de tus versos, el saber de tus sentimientos hacía mí, me han hecho llevar con alegría estos largos años de ausencia… Sólo tú con tus poemas has avivado la llama de mi amor.
Mi despertar era dulce, tus poemas estaban grabados a fuego en mi alma.
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el roció.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi amado Pablo son tus poemas alimento para mi alma.
A la espera de noticias tuyas,
Con todo mi amor
Clara”
Al no obtener la respuesta esperada, Clara volvió a enviarle una nueva carta a su amor.
“Mi amado Pablo. Te escribo de nuevo para decirte que tu anhelada carta aún no ha llegado a mis manos. Pasan los días y entre mis manos acaricio ese manuscrito que tú has tenido entre las tuyas. Mi voz busca el viento para decirte cuanto te quiero. Todo me recuerda a ti. Hago míos esos versos tuyos que tan hondo han calado mi alma:
“Mi corazón sombrío te busca, sin embargo, y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada. Mariposa morena dulce y definitiva como el trigal y el sol, la amapola y el agua.”
Mi corazón te busca perdido entre tinieblas por tu larga ausencia. Correré con el viento
hasta el infinito. Hasta donde me lleve. Construiremos nuestro nido, tierno como paloma, y nos arrullaran las aves del cielo . Nos despertaran con sus dulces cantos para regocijo de nuestro amor. Mi adorado amor, pronto estaré ahí junto a ti. Ahora he despedirme.
Que la fuerza del viento te susurre lo mucho que te quiero…
Siempre tuya
Clara”
Fin
Araceli Gómez López
Muy romántico, Araceli, ha quedado un relato precioso.
¡Bravo, bravo! ¡Que relato mas precioso has escrito!
Al leerlo he disfrutado mucho. Has matizado el amor, la tragedia y el romanticismo con mano experta. Lo he leído con autentico placer.
¡¡Enhorabuena Araceli!!