La Leyenda de la Diosa Sol

La gran luna del mes de noviembre iluminaba la noche, y las sombras de dos personas sentadas sobre un puente, daban un aspecto idílico y a la vez fantasmal, que era observado por una estrella muy lejana.
En el espacio del astro, no había puentes, ni lunas, ni personas; no había sombras ni magia.
Dos mujeres cogidas de la mano caminaban en la noche, sus sombras como humo, se deshacían bajo un rayo de luna. Eva y Victoria habían quedado con un grupo de amigos para celebrar un cumpleaños, en la cueva de la Diosa Sol.
Caminaban en la noche alegres y confiadas, solían hacer esta caminata en las noches de luna, cuando la tierra vestida de blanco como la cama de una novia, recibía las sombras negras y endrinas de la arboleda, convirtiéndola en escenario del mejor teatro fantástico. Impresionadas por tanta belleza quedaron en silencio.
De pronto, Eva paso su brazo por los hombros de Victoria, la atrajo hacia sí, y le hablo en voz baja. <¿Conoces la leyenda de la Diosa Sol?> no, contestó Victoria. Y Eva cuenta una historia a su compañera, donde una estrella envidiaba a los seres humanos.

Cuentan nuestros antepasados que en el primer tiempo de la hégira musulmana los astrónomos observaban y estudiaban el movimiento y brillo de los astros. Descubrieron una estrella que con su luz rutilante, de tonos zafiros, rosas y fueguinos, era la más hermosa de toda la bóveda celeste. Pero ella en aquel sitio privilegiado del universo, era muy infeliz. Desde su pedestal contemplaba a los seres humanos. Sabía que sus vidas eran duras y efímeras, que en la tierra había mucha desigualdad e injusticia. Pero los seres humanos poseían el fuego sagrado: tenían EL AMOR. Su deseo de ser como ellos fue tan grande, que su fuego se consumió lanzando al espacio miles de rocas. Una cayó en la tierra al pie de una montaña formando una gran cueva.

Hacia allí nos dirigimos ahora, y espero que experimentemos en ella, sentimientos que en este mundo no conocemos. Victoria quedo pasmada y preguntó a Eva si todo aquello era verdad. La única forma de comprobarlo es entrar en ella, contesto Eva.
Cuando llegaron, la entrada de la cueva estaba iluminada por la luna. Una gran cantidad de mujeres, hombres y niños esperaban bajo el rayo lunar sin atreverse a entrar.
Eva y Victoria, respondiendo a una voz interior, se cogieron de la mano. El grupo de gente que se agolpaba en la boca de la gruta, dejaron paso a aquellas dos bellas mujeres, unidas por un profundo sentimiento de amor. Entraron, y fueron seguidas con devoción, por todo aquel grupo de gente.
La cueva no poesía ninguna luz, pero sus paredes cuajadas de puntos dorados, iluminaban suavemente la piel de los seres humanos y sus miradas.
Caminaron en silencio admirando aquellas rocas que tanta paz y felicidad les transmitían. No tenían necesidad de comunicarse; todos sentían aquella sensación de plenitud que les hacía no desear nada.
Llegaron al fondo de la cueva, y en la roca viva, había grabada la imagen de una mujer, tan hermosa, que jamás nadie había visto una belleza semejante. Su cabellera de rayos solares, y una aureola de pequeños luceros alrededor de su cuerpo, iluminaban todo el espacio con la luz de la razón.
Un niño se acercó a la pared de la gruta y cogió una semilla de luz dorada, se la llevó a la boca y exclamo:
¡Mamá está muy rica! Cada semilla que cogía, al instante volvía a nacer. Todos comieron de aquel fruto desconocido, que quitaba el hambre y la sed.
En aquel momento, alguien puso un mantel en el suelo y dejo en él una tarta con siete velas encendidas. Una niña se acercó, y se arrodillo para apagar las velas. Sopló sobre ellas y del viento de su boca salió un sonido tan hermoso, que todos cantaron una bella melodía para felicitarla.
¡¡Feliz cumpleaños, Aurora!! Decían las voces sin saberlo. Todos se abrazaban contagiados de aquella ternura inusitada. Y es que allí en la cueva de la diosa Sol, todos eran iguales. No había nadie diferente. Todos eran tratados con el mismo respeto e igualdad. No existía la envidia ni la avaricia, que como un ácido destructor, corroe la esencia del mundo.
Eva y Victoria sentadas al pie de la diosa, vivían con complacencia, aquellas escenas y aquel ambiente no conocido en la tierra. Entrelazaron sus manos y juntaron sus labios con un sentimiento profundo y puro, y con aquel beso sellaron para siempre su amor.
Cuando la luz del alba entró en la cueva, todos despertaron de un profundo sueño. Al marcharse nadie recordaba lo que allí había pasado. Pero en sus corazones se había encendido una pequeña llama de amor incondicional, que los acompañaría hasta su último aliento.

Primera mujer, Eva
Tu lucha ganada, Victoria

 

Mª Luisa Heredia

7 comentarios sobre “La Leyenda de la Diosa Sol

    1. Mi querida hija, tus palabras como siempre, han sido para mi de una gran emoción.
      Este relato esta escrito para las mujeres que en su interior, y en su caminar, se sienten Diosas.
      Todas las mujeres que me rodean, son mujeres con clase, que valen un Potosí.
      ¡¡Gracias mi preciosa hija!!

  1. Un relato donde las emociones y los sentimientos de dos mujeres afloran en una dulce realidad. Está envuelto en una historia donde diosa
    Sol es la protectora. Nos describes una cueva donde se hacen realidad todas las utopías.. Te felicito por como has estructurado el relato y como lo has llevado hasta este bello desenlace. Felicidades María Luisa

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