Esencias del alma…

Hace una tarde soleada y serena. Paseando por el jardín, me detengo en un rosal, a contemplar sus tardías rosas de otoño: son rojas y desprenden un aroma embriagador.
Su olor me transporta a mi infancia, cuando en el mes de mayo, iba a la huerta de Antoñito, a que me regalara rosas, para llevarle a la Virgen.
Cuando eres niño, no percibes la grandeza y belleza de las casas que tienes a tu alrededor, solo con el paso de los años te das cuenta de ello, con los recuerdos, vivencias, olores, sonidos que siguen en tu interior y que solo en ocasiones afloran a través de los recuerdos…
Nací en un pueblo pequeño y blanco de casas encaladas; caluroso en verano y suave el resto del año. Vivía en una casa de vecinos, y cuando se reunían me encantaba escucharles y disfrutar de la buena armonía que se creaba entre ellos. En el patio, un majestuoso jazmín perfumaba sus apacibles noches. Recuerdo su olor suave, cuando mi madre en una horquilla los engarzaba formando una flor y adornaba con ella su pelo. Cuánto me gustaba abrazarme a su cuello y fundirme en ese aroma y su inmenso cariño…
En esa casa nací y fui muy feliz entre juegos y olores: hierbabuena, jazmín y polvorones. ¡Sí polvorones! El aparador de mi vecina todo el año olía a ellos, antes llegando la Pascua, como decían en el pueblo, todas las mujeres los hacían; me gustaba acompañarlas a la panadería y ver a los panaderos meterlos en el horno de leña con unas palas larguísimas, me imaginaba que estaba en una cocina de un castillo de cuentos.
El pueblo estaba rodeado de huertos y tierras fértiles y muchos naranjos. Al llegar la primavera, el olor a azahar lo impregnaba todo, ese olor que penetraba por las rendijas de las persianas.
En Semana Santa, la inconfundible fragancia del incienso, se fundía con el olor a cera de los cirios al paso de las procesiones.
También recuerdo el olor a tierra mojada y hierba fresca recién cortada cuando acompañaba a mi tía al campo; esos días eran especiales para mí.
Corría alegremente persiguiendo a las libélulas con esas alas tan bonitas, todas rojas y a veces se tornaban azules y tan grandes, que creía ver en ellas, hadas que venían a visitarme.
Con el paso de los años, rememoro toda mi vida y me afloran los recuerdos a veces agradables, otras no tanto, pero siguen conmigo al igual que los olores y me envuelve una inmensa sensación de nostalgia.
Rosa
Jazmín
Azahar:
Aromas de infancia.

Luisa Aguilera

4 comentarios sobre “Esencias del alma…

  1. ¡¡Hola compañera!!
    Tu forma de contemplar y transmitir tus recuerdos es maravillosa.
    Has hecho un recorrido perfecto por esa tierra rica en aromas y en historia, y has sabido transmitirnos lo mejor de ti: tu amor por tu pueblo, su belleza histórica y el rico sabor de los «polvorones» Gracias por compartir con tus lectores, tan bellos recuerdos.
    ¡¡Enhorabuena Luisa!!

  2. ¡ Hola Luisa! Bonito relato de los recuerdos de tu pueblo y tu niñez, se ve qué los tienes guardados en un lugar de tú corazón, por eso han aflorado en esta relato con una prosa bella, haciendo un recorrido, por la más profundo de tú sentimientos.
    Enhorabuena.

  3. Un relato lleno de encanto y dulzura. Nos hablas de las vivencias en tu pueblo con unas bellas imagenes, de las huertas que lo rodeaban de las flores en primavera y los ricos olores que desprendían los polvorones en la panadería . Gracias por compartir este hermoso relato. felicidades Luisa

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