En el Firmamento hay millones de estrellas y desde que el mundo existe, una de ellas es la encargada de brillar con más fuerza durante la noche de Navidad. Se van turnando cada año y la elegida se prepara con mucho esmero, para que ese día salga todo perfecto.
Había una pequeña y con poco brillo, pero ella lo que mas anhelaba en el mundo era, que un año fuese la elegida. Pero no, nunca lo fue y ya tenía muchos años encima, pero se quedó pequeña, no crecía y eso para una estrella de Navidad era un problema muy gordo.
¡Tú nunca podrás llegar a ser estrella de Navidad! Le gritaban las demás. -Eres un poco ridícula y no das luz- le decían siempre- y ella se ponía muy triste y se apartaba al último rincón del Firmamento para esconderse de todas las demás.
Ese año estaba pasando algo raro en el mundo. Las Navidades se acercaban y no se notaba algarabía, ni ruidos, ni preparativos, ni personas con regalos por las calles.
La estrella de ese año estaba preocupada. Ella se había preparado muy bien y lucía en todo su esplendor. Sus rayos de luz iluminaban el mundo entero, abarcando todo el planeta y estaba muy orgullosa de que ese año la hubiesen elegido a ella, pero algo estaba pasando.
Estaba muy preocupada y la víspera de Navidad, antes de vestirse con sus mejores galas de estrella se asomó a través de la luna llena. Nadie la vio, porque estaba camuflada detrás de la luna, pero ella sí pudo comprobar el caos del mundo y supo que ese año no habría Navidad.
No habían encendido luces en las calles como otros años y eso la escamo en demasía.
¿Qué estaba pasando?
No había adornos. Ni escaparates luminosos. Ni personas con paquetes dorados, Ni niños echando cartas a los buzones para los Reyes Magos y para Papá Noel…¿Qué pasaba?
Preocupada, pregunto a las estrellas veteranas de si eso era normal. Pero todas les contestaron que era la primera vez que pasaba un fenómeno así desde que ellas existían.
La pequeña estrella que estaba intrigada con la conversación, salió de su escondite esa noche y sin que nadie la viera se camufló en una nube y bajó a la tierra para averiguar lo que pasaba.
Se asomaba a las ventanas de las casas y descansaba en los tejados, pero ya era muy tarde y todo estaba en silencio, las personas dormían.
Se entretuvo mirando alrededor. Los árboles estaban opacos y sin luces y eso no lo había visto ella nunca, porque siempre los adornaban con luces de colores y estrellas artificiales.
De pronto descubrió una luz encendida en una ventana.
Se asomó por ella y vio a un niño pequeño en su camita. Estaba enfermo y su madre lo consolaba. Yo quiero mamita que pongas la estrella en el árbol que veo desde mi ventana todos los años. No puede ser este año. ¿por qué? Preguntó el niño muy triste.
Nos lo han prohibido. No se puede celebrar la Navidad este año, porque el mundo está de luto y no podemos poner nada que brille.
La madre lloraba, porque sabía que ese año sería el último para su hijo.
Desde la cama se veía un árbol muy alto y todos los años su padre lo adornaba con una estrella artificial y le decía al niño que era la estrella de Navidad que brillaba para él.
Desde que nació estaba postrado en esa cama y no tenía ninguna esperanza de salvación y eso a sus padres les partían el alma, porque su hijo era feliz durante esos días viendo a su estrella.
Ese año no iba a poder ser, porque si lo hacían los multaban y eso era algo que no se podían permitir, porque todo el dinero era poco para la enfermedad de su hijo.
Y la Nochebuena llegó. De madrugada una luz iluminó esa pequeña habitación y los ojos del niño también se iluminaron cuando miró hacia el árbol. Su estrella estaba allí con él, su madre lo había engañado.
El día de Navidad estaba feliz y cuando pasó su madre por la mañana, le dio las gracias. ¿Gracias por qué? Le dijo su madre. Por la estrella. La madre se quedó muy preocupada y pensó que ya le estaba fallando los órganos como les dijo el médico.
Pero no, no era así. La estrella se quedó a vivir en ese árbol, sabía que allí la necesitaban más que en el firmamento.
Cada noche brillaba con más fuerza e irradiaba más luz. Se fue haciendo hermosa y alumbraba la soledad de un niño enfermo acompañándolo en sus noches de dolor.
La noche de Reyes La luz se hizo más fuerte que nunca y el niño se subió a ella. Por la mañana cuando fue su madre a verlo estaba feliz y con un brillo especial en su rostro.
Ya no había vida en él. Se había ido volando hasta las estrellas a lomos de una estrella pequeña casi sin brillo.
Una estrella que estaba triste porque no podía ser lo que ella soñaba.
Pero esa noche de Reyes supo que su misión era esa.
Era cuidar de ese niño durante toda la eternidad y pasearlo por las nubes, para que pudiera jugar todo lo que no había podido hacer en su vida de mortal.
Ella era su guardiana y en las Navidades siguientes, cuando la pandemia pasó, todos los años, una estrella se posaba en el árbol del jardín. Una estrella pequeña, casi sin luz, pero con la suficiente para alumbrar los corazones de unos padres rotos por el dolor de la ausencia…
María López Moreno
Un cuento , lleno de ternura y de magia. Donde un niño enfermo anhelaba cada Navidad ver aquella estrella iluminando su horizonte.
La magia, como cada Navidad se hizo real , y aquella estrella brilló, para finalmente llevarselo , cuidarlo y protegerlo el resto de su vida eterna
Es un cuento mágico . La magia de todo el que ponen fé en los sueños.
De una gran belleza descriptiva donde la fantasia , la ternura y la magia se unen para hacer feliz a un niño.
Felicidades Mari.
Muchas gracias Araceli por tu comentario. Besitos…