Me llaman mariposa del agua, porque mis alas son transparentes como el agua que baja por las cascadas de aquel río, corriendo entre tortuosos senderos. El color celeste de mi alado cuerpo, me imprime suavidad y dulzura en mi carácter.

Cada mañana, con puntualidad británica, comienzo el día con un dulce desayuno, tostadas con miel, esa miel, que mis amigas las abejas fabrican con tanta laboriosidad. Mi entorno es agradable, o al menos así lo percibo, tengo yo, también la disposición para ver todo lo que de positivo el día nos ofrece.

Alzo el vuelo, y me dirijo hacía una empedrada vía verde, que me conduce entre olivares y restos mineros, minas que en otros  tiempos fue base de la economía de la ciudad. Hago escala , en una moreda que da sombra al camino y que nos ofrece sus frutos. Satisfecho mi deseo, continuo mi vuelo hasta una famosa mina  que da nombre al lugar. ¡Qué gratitud por todo aquello que contemplo!, ¡cuánta generosidad existe en la naturaleza compartiendo tanta belleza!.

Retorno con alegría a mi hogar donde me esperan mis quehaceres.

Por el camino me enredo entre nubes de jaramagos, mimosas y florecillas silvestres; en ocasiones me llevo algún sustillo entre el laberinto de algunas arañas que han tejido allí su hogar .

Saludo a otras mariposas amigas y a algunos pájaros de cola azulada y pico largo, que han venido para alegrar el camino con su canto.

La vida late a lo largo del de mi recorrido.

Los sentidos , sienten la gratitud de la naturaleza y que yo le devuelvo con una sonrisa.

Una mimosa , que jovial se balancea al son del cálido viento, me ofrece sus flores para reposar del largo camino.

Observo con admiración , algún que otro aceitunero en la lidia de su jornada, me saluda con un hermoso gesto.

Llego a mi destino, donde la calma de mi hogar y alguna que otra macetilla que se encuentran por allí, dan sosiego a mi alma.