Balada de amor y muerte

Marina seguía el vuelo de dos hermosas aves que surcaban el mar. De pronto mirando a su abuela le preguntó: ¿tú sabes la historia del Conde Niño? La abuela acariciando la arena y dirigiendo su mirada hacia un castillo que había en lontananza, le dijo:

Cuentan los más ancianos del lugar, que esta historia de amor, crueldad y misterio ha pasado de generación en generación, contada al amor de la lumbre en las noches de invierno, o junto al mar, en las noches estrelladas de verano.

Dicen que desde esta orilla el Conde Niño cantaba una bella romanza y sus notas envueltas en amor llegaban hasta aquel castillo. La bella niña Alba  escuchaba desde su ventana, aquella dulce y triste canción; su rostro estaba iluminado por esa luz que solo da el amor, y dice ¡Madre que feliz soy! El poder no tiene sentimientos, y mientras la reina borda bellas flores negras, urde la muerte del conde Niño. Paga para que lo maten,  y ante la injusticia, es llorado por su asesino.

Como un soplo en una vela, se apaga la vida de la niña Alba, el amor que la alentaba muere y ella con él. Para ella, ceremonias principescas y enterramiento en la Catedral.

Al conde Niño lo llora su madre, envuelta en luto, y lo entierran en una humilde Ermita frente al mar: allí quedó su caballo y su espada.

En el jardín de la Ermita nacieron un jazmín y un rosal y al crecer lo hacían entrelazados, y cuando el viento los balanceaba, se escuchaba una dulce melodía, que todos los lugareños creían que venia del mar.

Un día en el horizonte apareció un barco engalanado de flores blancas y vaporosos tules. En lo más alto de la vela mayor dos majestuosas aves: una garza y un gavilán descansaban sobre el mástil.Las olas empujaban el barco a puerto. El sol apareció en el horizonte iluminando el plumaje de las dos aves. Al unísono emprenden el vuelo siguiendo el rastro de la hermosa melodía. Rozando sus alas volaron hasta el jazmín y el rosal, con sus fuertes picos arrancaron los tallos de la tierra y, se elevaron en el aire.

¡Qué imagen!, la Garza y el Gavilán volando juntos, engalanados como para una boda, con guirnaldas de flores blancas. ¡¡O prodigio!! Al posarse en la cubierta del barco…se transformaron en la niña Alba Y el conde Niño, que con una sonrisa candorosa  juntaron sus labios, en un gesto sublime de amor. Bañada por la luz del sol, la nave con su dulce carga se perdió  en el infinito.

Querida Marina, solo una cosa más para terminar esta historia.

El amor no muere, se transforma, y siempre consigue su objetivo…AMAR.

 

María Luisa Heredia Castillejo

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