Ella llegó triunfante, altiva, poderosa, ondulante…cabellos de espuma en su cresta. Llegó arrasando, como siempre llega; a veces malhumorada, brava, dominante; siempre avasallando a la humilde arena, callada, sumisa, acogedora; modelo de paciencia. Ella siempre aguardaba la soberbia de la Ola; pero también su dulce frescor para apagar la sed de sus minúsculos granos, que esperaban el discurrir de la espuma sobre ellos, para sentirse vivos.
A veces la Ola llevaba presentes a la arena, y aquel día recibió un regalo muy especial.
Las dunas aguzaron su mirada para ver aquel presente. La gran duna susurró. ¡Ayer trajo un alcatraz! La pequeña duna, movida por el viento se la oyó rumorear. ¡NO! ¡Ayer trajo una botella con un mensaje de auxilio!
¡De pronto se acercó volando una gaviota! Las dunas la esperaban con impaciencia: era su correo.
La gaviota no se posó en tierra como otras veces, se quedó suspendida en el aire y ¡Oh maravilla! De sus ojos se expandió una gran pantalla, en la que se podía ver todo lo que había en la orilla del mar.
Un pequeño niño envuelto en una chaqueta roja, yacía boca abajo, muerto sobre la arena. Aterrorizadas las dunas, buscaron con su mirada deslizante, los tristes ojos de la gaviota. Y las tres con su lenguaje, de viento, susurro y música, hablaron.
¿Quién es ese pequeño y que ha pasado? Es Alan, el niño que se cayó de una barca de refugiados. Cuando la gran Ola se levantó altanera, con su soberbia, lo arranco de los brazos de su madre y cayó al mar. La Ola sobrecogida, vio el mal que había causado, hincó su cresta en la fosa liquida, se lo arrebató a las aguas, y lo llevó hasta la arena donde yace solo porque su madre y su hermano también han muerto en el mar.
La Ola arrepentida ha bajado al fondo marino, le ha hecho una corona de anémonas blancas, y ha rodeado su cuerpecito con una guirnalda de jazmines de mar, amarillos y azules.
Las dunas cambiaron de color y por los poros de su piel de arena, rodaron lágrimas, hasta empaparlas todas. ¡Qué pena estar cerca de Alan, y no poder acunarlo!
El viento ululando amargura, se apiado de las dunas, y con toda la fuerza de la que fue capaz, las arrastró hasta rodear el cuerpecito del niño.
La gaviota se posó encima de la duna pequeña, y las tres juntas, lloraron y velaron al pequeño Alan.
El mundo fue sacudido fuertemente por este drama. Pero el ser humano se acomoda con facilidad…y olvida.
Al escribir esta historia ¡que es real! Un hondo dolor ha atravesado mi cuerpo lacerándole, lanzando de mis ojos lágrimas de impotencia, ira e injusticia: y he sentido que un velo de oscuridad y vergüenza, cubría el mundo.
EUROPA, ERES EL NOMBRE
DE UNA DIOSA FICTICIA.
UNA DIOSA SIN CORAZÓN.
María Luisa Heredia
Maria Luisa, ! Qué bonito!!!