En su corazón albergaba la tristeza acumulada en los últimos seis meses. Fueron meses duros y dolorosos, que muy difícilmente podría olvidar. Pero ella seguía con su vida, intentando que las personas de su alrededor no se dieran cuenta de nada. Aunque la tristeza afloraba en muchas ocasiones saliendo por los ojos, ella la arrancaba de ellos y se la guardaba, muy bien escondida para que nadie la viera. La metía entre los pliegues de su ropa y la cuidaba con mimo, para que no se cayera al suelo. Para que nadie la pisara y la hiciera pedazos. Su tristeza era suya y sólo ella, podía disponer de cómo cuidarla, de cómo tratarla, de cómo vivirla.
Y cuando el día pasaba y la noche llegaba con su oscuridad, ella la recogía con mimo y la guardaba en su almohada, para que no se lastimara más de lo debido…
María López Moreno