¡No me digáis que la tele no es un asco! A mí, particularmente me aburre mucho y me paso con el mando en la mano mogollón de rato buscando algo entretenido. ¡Pero siempre es lo mismo! Políticos. Concursos. Programas del corazón. ¡Y no digamos de las noticias trágicas! De esas que se te pone el corazón a cien. ¡Y la verdad! Una ya no está para tanta tragedia. Bastante tengo yo con mi vida, para tener que cargar con el sufrimiento de toda España…
Pero he encontrado la solución. Y me vino así de pronto. Sin querer. ¡Me he hecho adicta a las telenovelas! Sí, como lo oís. Pero no a unas telenovelas cualquiera, no. A los culebrones turcos. Si, si, turcos, que no son moco de pavo. Cuando las descubrí, estaban poniendo una que me llamó mucho la atención. La verdad es que me gustaba bastante. Tenía una música preciosa y una historia interesante. La protagonista se llamaba Fatmagul y ese nombre tan exótico, junto con la trama de la novela, me tuvo entretenida un tiempo. Pero se terminó un día, como todo se termina y yo me sentí mal, ya era demasiado tarde, me había hecho adicta.
Pero buscando por las redes, me di cuenta, que los culebrones turcos están en todas partes y hay muchos para elegir. Me puse contenta, porque creí tener mi distracción asegurada para siempre. Pero no, no, no, para siempre no, porque ahora estoy peor que antes de comenzar a ver ese tipo de series.
Me he dado cuenta de lo mucho que lloran en Turquía. Siempre están con la cara chorreando de lágrimas. ¡Qué pena tienen siempre! ¡Cómo lloran! Me deprimo mucho y cuando termino de ver un capitulo, estoy de mal humor. Porque digo yo. Antes no quería ver lo que pasaba en España, porque me ponía triste y deprimida. Pero es mi país. ¿NO? A mí qué me importa, que una mujer turca, casada con un hombre turco muy salvaje, quiera vender a su hija y ella para salvarla se la entrega a una amiga, que está trabajando en casa del padre de la niña, aunque éste no sabe, que la niña existe y la madre no quiere que se entere.
A su vez, la esposa de éste, que sí sabe que es su hija le hace la vida imposible a la niña y la maltrata físicamente, sin que se entere nadie. ¡Me está poniendo de los nervios! Y la niña que es pequeña, se pasa todos los capítulos llorando. ¡La cara es un mar de lágrimas! ¡La boca todo el rato llena de pucheros! Los actores ¡Malísimos! Y no avanza nada la novela. ¡Vamos! Qué no puedo con ella…y me pregunto si merece la pena ver la tele en esas condiciones. Para eso prefiero ver lo que pasa en mi país, por lo menos son nuestras cosas. ¿NO? Así que voy a dejar de ver culebrones y me apañaré con mi vida, qué ya tengo bastante. Puede que me dé por escribirla y a lo mejor me hacen una novela con ella. ¿Por qué no? Por probar…
María López Moreno
María, como siempre ¡¡Genia!!
Me he pasado un rato estupendo leyendo tu relato, y lo mejor es que nos has avisado de los «peligros» de la «tele»
Un plauso…
Toda la razón Mari. Que bien lo expresas . la televisión en general no nos viene a decir nada y las telenovelas una autentica comedura de cabeza. Felicidades
Mari por tu relato !!
Bien dicho, Mari. Seguro que tu vida es más intresante, te animo a escribir tu novela.
Maria, eres un genio describiendo las casa , pareces un exprimidor que sacas todo el jugo en todo lo que te propones.