Ucronía (una historia alternativa)

El año en qué nací, España no estaba pasando, por su mejores momentos.

Corría el año 1947 y este país sobrevivía a una posguerra, la cual había sumido a sus habitantes en una pobreza extrema, a la vez que en una dictadura cruel.

Pero a pesar de todo, mi infancia fue feliz. Se pasaban estrecheces, pero en esos años era normal, en casi todas las casas, las había.

Yo, era la mayor de tres hermanos, dos niñas y un niño y tuve la suerte de vivir rodeada de cariño, por mis padres, mis tíos y mi abuela.

Mi casa era grande y no la teníamos que compartir con ningún vecino, puesto que era de mis abuelos, comprada con el fruto de la venta de su negocio, cuando decidieron venir a Linares a trabajar en la mina. Yo no llegué a conocer a mi abuelo. Murió antes de yo nacer.

Tengo infinidad de recuerdos de mi infancia y no hay ninguno que no esté asociado, con mi abuela Catalina.

Comencé el colegio a la edad de cinco años y aprendí muy rápido a leer, a escribir y a todo lo que en esos años te podían enseñar, dentro de las limitaciones que había.

También me gustaba coser. El colegio era de monjas y allí nos enseñaban a coser, aparte de leer y la religión.

Me pasaba la vida entre tebeos, libros y muñecas de trapo, haciéndoles vestidos que copiaba de las revistas que llevaba mi tía de casa de su señora. Los vestidos eran casi idénticos a los dibujos de las revistas y mi abuela se ponía orgullosa, diciendo que tenía mucha idea para coser.

Cuando cumplí diez años una monja del colegio, “madre Guadalupe” llamó a mi madre, ella me quería y le hubiera gustado que yo estudiara, porque decía que había en mi un gran potencial para hacerlo. Pero en esos años la escuela no era obligatoria y podían sacarte de ella si tus padres lo creían oportuno y en mi caso, fue así.

Lloré mucho, porque yo quería seguir en el colegio, pero la decisión estaba tomada. Yo era mujer y si tenía que estudiar alguno de los tres hijos sería el varón, porque a las mujeres lo único importante para ellas era saber llevar una casa y criar unos hijos.

Pero yo sabía coser y mi abuela hizo mucho hincapié, para que me pusieran a coser en un taller de modistas.

Y así comenzó mi mundo de adulta. Una niña de once años recién cumplidos, trabajando ocho horas diarias en un taller de dieciocho chicas jóvenes, que supieron abrirme los ojos al mundo.

Durante La Guerra Civil Española, en España pasaron muchas cosas y entre ellas unas de las más graves fue, que las familias quedaron fragmentadas y separadas entre sí. Un hermano de mi padre al término de la guerra, le pilló en una cárcel de Madrid y no se pudo mover de allí, aunque lo pusieron en libertad. Estaba casado y con una niña, pero tuvo que irse allí su mujer con su hija, que ya era bastante mayor.

Después tuvieron tres hijos varones y el más pequeño, era de mi edad. Cuando mi tío se pudo mover libremente, su ilusión era venir a su pueblo a estar con su familia y siempre lo hacía en verano, para la feria de san Agustín.

Para mí eso era una fiesta. Me hacía mucha ilusión esperar a mis tíos y primos en la estación de Madrid, que era donde terminaba el viaje.

Recuerdo esas esperas en el andén y los abrazos de mi padre a su hermano Pedro.

Cuando yo tenía quince años, mi abuela Catalina murió y yo me quedé sumida en la tristeza. Era el mes de mayo cuando pasó el fatal desenlace  y el verano lo pasé sin ilusión y lleno de nostalgia por mi abuela. Yo seguía cosiendo en el taller y aprendiendo, pero ya no era lo mismo para mí, mi abuela ya no estaba para animarme, como siempre hacía.

Ese año en agosto, también vinieron mis tíos de Madrid. Vinieron los dos solos. Mi tía se llamaba Manuela y era muy agradable. Me gustaba por su forma de ver la vida, era todo lo contrario a lo que se vivía aquí y su forma de hablar, también era diferente. Mi madre y ella, se llevaban bien y a mí me quería bastante. Mi prima, que era bastante mayor que yo, ya se había casado y los hijos mayores se habían emancipado, solo le quedaba el pequeño que era de mi edad.

Un día cuando llegaron a mi casa, yo estaba cosiendo en el patio, porque era un día de mucho calor. Mi tío al verme se quedó un poco extrañado de lo que estaba trabajando, él no pensaba que yo pudiera hacer aquello que estaba viendo, según él, un trabajo perfecto.

Mi yerno trabaja en una casa de modas –me dijo- y es sastre, ¿no te gustaría venirte con nosotros a Madrid? Yo me quedé con los ojos como platos un poco asustada, aunque en el fondo me hacía bastante ilusión.

Mi padre en principio dijo que no, pero mi tío Pedro lo supo convencer y me dio permiso para pasar una temporada con ellos.

Madrid me maravilló. Todo era enorme y lleno de color. Yo no había salido nunca de mi ciudad y lo veía todo con ojos como platos, asombrándome de todo y cada una de las cosas que mis tíos me mostraban.

Mi tía estaba loca de contenta y no me dejaba sola ni un momento. Cuando llegué a Madrid, era la primera vez que salía de mi casa y de mi ciudad. Los primeros días me enseñaron la ciudad y después cuando su yerno tuvo ocasión me coloco en la casa de modas. El taller de modistas que yo conocía, era una minucia comparado con ese sitio. Todo era inmenso y había un montón de personas trabajando, lo hacían en cadena y cada una sabía lo que tenían que hacer en cada momento. Me asusté un poco, porque todo era diferente a lo que yo estaba acostumbrada, pero cuando me hicieron unas pruebas para ver mi manera de trabajar, me asignaron un puesto bastante bueno y bien remunerado. ¡Yo no me lo podía creer! Me pagaban mucho más que en Linares, por hacer el mismo trabajo y allí tendría muchas más posibilidades de ascender en la vida.

Mis tíos estaban felices y yo también. Me adapté a esa gran ciudad y mis padres se convencieron de que yo tenía que quedarme en Madrid, me lo debían, después de hacerme salir de la escuela tan pronto y sin darme ninguna oportunidad. Allí la tuve, hice el graduado escolar en clase nocturnas y me saqué el título. Después continué haciendo diseño…

Mi vida se pasaba entre trabajo y estudios, pero yo era feliz, hacía lo que me gustaba…

…Y fueron pasando los años…

Cuando cumplí dieciocho años, yo era una chica bastante espabilada. Ya se me había ido el aire que tenía al llegar, ese aire de chica de provincia un poco asustada. Tenía bastantes amigas en el trabajo, pero salía poco, no quería preocupar a mis tíos y toda mi vida giraba alrededor de ellos y la casa de modas. Pero yo era feliz. Trabajaba en lo que me gustaba y estaba muy reconocida y me pagaban bien.

Trabajaba como diseñadora y llevando todos los desfiles de la casa de modas, que eran muchos. El trabajo era agotador, pero yo nunca estaba cansada, eso era mi vida y me relacionaba, con todas las personas importantes del país.

Un día me llamaron de dirección y me dieron una noticia. Me ofrecían un puesto en la casa de modas de Paris. Habían abierto una nueva sucursal y necesitaban personas que conocieran el negocio, la única pega era el idioma, ya no sabía nada de francés.

Al principio me negué, pero mi tía me animó y me hizo ver la oportunidad que se me brindaba ante mis ojos. Me pagaban unas clases aceleradas de francés y las hice.

Mi vida cambió por completo. Comencé a vivir en un mundo diferente y lleno de glamor. Por mis manos pasaban las telas y tejidos más bonitos que yo nunca hubiera imaginado. Todo era fantástico y aunque trabajaba mucho, nunca me cansaba, porque ese era mi sueño.

Mi mundo transcurría entre la casa de modas y mi piso. Un piso pequeño en una buhardilla bohemia, con solo dos habitaciones, pero para mí era un palacio y me sentía muy bien en él.

Mi vida estaba completa y no pensaba en el amor. No había conocido a nadie que me hiciera sentir ese sentimiento. Había tenido algunos pretendientes, pero no me habían calado en el corazón.

Pero un día lo conocí. Yo, había cumplido ya los veinte años y no pensaba en ningún hombre, pero ese día fue diferente. Estaba allí, rodeado de telas y mirándome descarado. Pensé, que era el hombre más guapo del mundo. Alto, de ojos claros y pelo oscuro. Estaba bronceado por el sol y hablaba con un acento español un poco gracioso. Se dirigió a mí, para consultarme algo de la colección que estábamos terminando y quedamos para concretar detalles.

Él no vivía en París. Vivía en Andorra y llevaba otra sucursal en ese país de la misma cadena. Quedamos en mi piso. Su nombre era Pablo y yo me sentí atraída por él desde el primer momento.

Me enamoré como una tonta y como una tonta caí en sus brazos. No me preocupé para nada de saber cosas de él. Si tenía familia o estaba solo, no me preocupaba en absoluto.

Pasamos, un mes, juntos y fue el mejor de mi vida. Cuando me dijo que tenía que marcharse, se me cayó mi mundo y entonces, me di cuenta de lo confiada que había sido.

Me dijo que tenía familia, una mujer y dos niños y no podía dejarla, porque su mujer era la dueña de todo y se quedaría sin nada.

Mi desilusión fue muy grande, pero eso me hizo ser más fuerte y confiar menos en las personas, aunque el dolor era inmenso…

Cuando supe que estaba embarazada, volví a Madrid, a refugiarme en los brazos amorosos de mi tía Manuela y allí permanecí, hasta que nació mi hija, una niña preciosa de ojos claros como su padre.

Después de nacer mi hija, no quise saber nada de Paris, me quedé viviendo en Madrid, cerca de mis tíos, porque ellos me echaban una mano con la niña. Yo tenía un puesto importante en la empresa y estaba muy ocupada, pero mi tía se hacía cargo de supervisar a la niñera que tenía contratada, para cuidar a mi hija. Para mis tíos era su nieta y a esas alturas de la vida ya se habían quedado solos del todo, porque todos mis primos hacían su vida. Mi hija fue un rayo de luz para su vejez.

Poco a poco me fui olvidando de mis raíces y de mi pueblo. Me había acostumbrado a una vida glamurosa y cuando venía alguna vez, me deprimía y no podía soportar los comentarios respecto a mi hija, por ser yo madre soltera. Nunca pensé en casarme, no me hacía falta. Ganaba mucho dinero con mi trabajo y cada nueva colección, era un éxito.

Vivía mi libertad y a mi hija Estela, la tenía en un internado para señoritas. Yo viajaba mucho y la veía siempre que podía. Vivía solo por ella y para ella, era mi vida y nunca se me ocurrió casarme.

…Y el tiempo fue pasando…

Estela se convirtió en una mujer preciosa. A ella no le gustaba el mundo de la moda. Era muy inteligente y se convirtió en una gran científica. Mientras yo, continuaba con mis colecciones y mis viajes por todo el mundo. No dejaba que ningún hombre se acercara a mí, no quería que me volviera a pasar lo mismo, que cuando conocí a Pablo. Yo era autosuficiente para llevar mi vida sola y mi hija, no necesitó ningún padre, ni ella nunca me lo preguntó, aunque un día, cuando ya era suficiente mayor, le conté la historia, pero no hizo nada por quererlo conocer, porque sabía que su padre no llegó a enterarse de su existencia.

Aunque nací en un mundo de hombres, me abrí camino en un país devastado y triste y pude triunfar en lo que me gustaba.

Fui madre soltera de una hija y ella también, pudo elegir lo que le gustaba hacer en la vida. Ahora está casada y me ha dado nietos, dos varones y yo en mi vejez, me siento feliz de verla y saber que siempre estará ahí para mí, con los valores que he sabido inculcarle desde pequeña.

Se siente orgullosa de su madre, como yo lo estoy de ella. Sabe que fui una luchadora en una época triste de este país y que supe afrontar las murmuraciones de ser madre soltera sin sentir vergüenza. Supe decirle al mundo, la ventaja de poder elegir tu vida, sin que nadie te ponga ninguna traba. Supe ir por la vida, con la cara muy alta y mi hija se siente orgullosa, porque sabe su historia y que nació, de un amor verdadero y apasionado.

Ahora Estela está en América, triunfando como investigadora, para tratamientos contra el cáncer.

Yo ya estoy jubilada y estoy descansando en una urbanización para personas mayores especial. Tiene de todo. Te atienden de día y de noche. Está rodeada de unos jardines preciosos y al fondo se divisa el mar. Es un entorno maravilloso y lleno de encanto.

No tengo que hacer nada me lo hacen todo y mi hija viene a verme cuando puede, con mis nietos, que ya son unos hombres.

Ahora ya no coso, ni hago diseño, pero escribo. Escribo mi vida, por si algún día le interesa a alguien…

 

María López Moreno…

 

 

2 comentarios sobre “Ucronía (una historia alternativa)

  1. Felicidades María. Me ha gustado la descripción que haces de tu infancia y de como le has dado un giro a tu vida en París. Es una bonita historia, me gusta como está relatada.

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