La Ratita Traviesa

Érase que se era, una ratita muy traviesa; tanto, que su madre tenía que estar siempre pendiente de ella y apenas la dejaba salir por miedo a sus travesuras.

Un día en la escuela, la maestra Doña Enriqueta, una rata con grandes bigotes y dotes de mando, le pregunta a la ratita la tabla de multiplicar del tres, que era lo que tocaba ese día en clase de matemáticas.

La ratita que solo pensaba en jugar, no se sabía la tabla. Cuando vio que se acercaba la hora de responder a la lección, nuestra ratita, rompió a llorar con gran desconsuelo y aflicción. Ay, mi tripita, me dueleeeeeeeee, me duele mucho la tripita, mi tripita, ay, ay, que dolor…

Doña Enriqueta cesó en el intento de preguntarle  y se interesó en llamar a Don Ratón, el médico de la comunidad ratuna.

Ya verás cómo Don Ratón te cura en un plis plas.

Llamó la maestra al doctor y encargó al Zapillo, que era muy amigo de Ratita, que lo esperara en la puerta de la escuela y lo acompañase a clase en cuanto llegara. Toda la clase estaba muy preocupada por su compañera. Todos menos Zapillo que conocía mejor que su madre a su traviesa amiga. Ésta no se sabe la tabla del tres y teme que la maestra la castigue sin salir al recreo, decía en voz muy bajita para que nadie supiera lo que sabía él.

En cuanto Zapillo vio al doctor, no tuvo más remedio que soltarle lo que hacía un segundo callaba. Doctor, doctor, la ratita es mi amiga, la conozco mejor que su madre y le digo a usted que no le pasa nada. Bueno, sí, lo que le pasa es que no se sabe la tabla del tres.

Entra el Doctor en el aula y Ratita seguía bramando de dolor sujetándose la tripa como si se le fuera a salir.

Al ver al Doctor, nuestra amiga, pidió jarabe de fresa para su dolor. Y cuál no sería su sorpresa, al ver una jeringa muy grande, enorme, que iba derecha hacia ella. Y cuál no sería la sorpresa de la clase y de la propia maestra, cuando de repente, la enferma declara que ya está buena, que ya no le duele la tripita. El Doctor que no estaba para muchas bromas, le puso la inyección y entonces sí que lloraba de verdad de la buena.

Esto te pasa por mentir, hay que decir siempre la verdad y tenemos que estudiar. Estos fueron los consejos de Zapillo, que aunque no era buen estudiante, ni sabía multiplicar, no era tan travieso como su amiga Ratita.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Isabel Yepes

 

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