Alfredo es un hombre de complexión fuerte. De facciones agradables y barba blanca.
Alfredo ha trabajado como profesor de instituto hasta su jubilación. Es buen hombre, honesto y de trato agradable. Su blanca barba le da un toque bonachón a su redondeada cara. Los alumnos que a lo largo de su vida tuvo Alfredo hablan cosas buenas de Él.
Alfredo nació en un pueblo de la Mancha eso le daba una forma muy característica de hablar , con un lenguaje muy correcto. No tenía hijos pero sí una buena mujer y unos grandes amigos que él se había ganado con esa forma tan especial de andar por la vida. Era generoso, desprendido y servicial. Poseía todas las cualidades que un buen voluntario ha de tener. Él se jubiló cuando la edad y la naturaleza ya lo requerían. Pero Alfredo no se estuvo parado. Buscó algo en qué ocupar su tiempo, y como no podía ser de otra forma dedicó varias horas al día de su vida, en ayudar a los que más lo necesitaban. Él ya era voluntario de Cruz Roja, pero fue en esta época cuando se dedicó con mayor tiempo a esta labor. Era conocido en la Sede como un hombre que se prestaba a realizar todo aquello en lo que se le requería.
Con un grupo de amigos compartía la afición al senderismo. Era frecuente ver a este grupo en el Paseo o en la Vía Verde. Después de estos paseos marchaba a ejercer su voluntariado.
En la sede de la Cruz Roja atendía a las personas que por circunstancias se veían obligados a ir con cierto pudor e incertidumbre . Él los trataba con humanidad y las entrevistas las hacía como si de un familiar suyo se tratara.
Era frecuente verlo en la impresora sacando documentos para los solicitantes.
Pertenecía Alfredo también a un grupo de alimentos que junto a otros compañeros lo llevaban. Era en esta labor donde él se sentía más cómodo. Veía cómo aquella gente a la que él había arreglado papeles, finalmente eran servidos.
Sucedió que en su país, apareció una pandemia: Coronavirus la llamaban. Pero Alfredo no le temió y siguió con su voluntariado entregando alimentos.
El virus se lo ha llevado. Nos dejó haciendo aquella gran labor a los más necesitados. Alfredo siempre será recordado en su sede de Cruz Roja y en la memoria de todos, como un hombre bueno y un gran voluntario.
Araceli Gómez López
Muy bonito Araceli, en esta vida siempre hay ángeles sin Alás. Enhorabuena.
Enhora buena por escribir como escribes, y por darnos a conocer que todavía hay hombres buenos.
¡Enhorabuena Araceli! Un relato dramático y veraz, escrito con elegante pluma, agradecimiento y emoción.